En este último capítulo se tratan todos los aspectos humanos que nos abordarán en nuestro viaje, bien en las espectativas o en el desarrollo del mismo. Cuestiones como tópicos erróneos, los marrones, la convivencia, etc, son las que a continuación se tratan.
Tópicos erróneos
Conviene aclarar una serie de conceptos para no llevarnos ninguna sorpresa.
Esta puede deberse a, al menos, dos factores:
-Dureza física Siempre tendemos a pensar que ésta la definen, a su vez, tres factores: distancia a recorrer, desnivel acumulado y tipo de firme. El error típico es no considerar el “cuarto elemento”, el que de verdad hace dura a una ruta: EL RITMO. La misma etapa puede ser un paseo si la cubrimos en 6 horas, o un martirio si se hace en 4. No olvidemos que la climatología, la carga que llevemos en la bici, o la fatiga acumulada de días anteriores, también contribuyen, y mucho, a endurecer los recorridos.
-Dificultad técnica o de conducción Con firmes muy pedregosos, fangosos o bacheados se hace más difícil la conducción, especialmente si las pendientes son acusadas, tanto si es subiendo como bajando. Esto propicia numerosas caídas, y obliga a empujar la bici a menudo. La consecuencia: diversión para el que supere las exigencias del trazado, y decepción y maldiciones por parte del que se ve obligado a empujar o termina magullado. Consideremos siempre un par de puntos más de dificultad técnica cuando vayamos con la bici cargada. Senderos que ciclamos fácilmente sin equipaje se pueden convertir en un tormento con las alforjas, y si encima ha llovido...(si ha nevado ya ni hablamos)
Tendemos a pensar “en tal pueblo no hay problema, hay de todo, es muy turístico”..., ¡¡¡pues cuidadito con llegar allí un fin de semana o en temporada alta sin haber reservado sitio!!!, lo que se nos prometía un fin de etapa apacible se convierte en una huida hasta el siguiente pueblo, a probar si hay mejor suerte. Los que viajen autosuficientes también se verán afectados, al no encontrar fácilmente un sitio tranquilo para plantar su tienda. ¡Resulta sorprendente lo que cambian algunos pueblecitos de un día para otro!
A todos nos gusta calzar unas cómodas zapatillas de deporte al final de la etapa, unas chanclas en la ducha, unas alpargatillas para movernos por el hotel, un pantalón vaquero y una camisa para salir a dar una vuelta por el pueblo..., si, todo eso se agradece mucho el primer día, pero cuando llegue la primera “cuestecita” de varias horas con el platito, y empecemos a repasar mentalmente todo el equipaje, veréis que pronto se hace una autoselección del equipaje, y que pronto sale un paquete de correos en dirección a nuestro domicilio con todas esas “comodidades”. Al final decides que tampoco queda tan feo ir a cenar con un culote (limpio, eso si), y que el calzado de la bici, si se elige bien y no se aprietan mucho los cordones, tampoco es tan incomodo.
Es un miedo atávico que afecta especialmente a los hombres, y nos hace cargarnos de mudas creyendo que en 20 o 30 días evitaremos tener que lavar ropa...no nos engañemos, el 4º día, como mucho, oleremos como un zorro, viajaremos rodeados de moscas, y nos veremos obligados a pegarnos una colada de un par de horas que tardará un día en secarse. Resulta mucho más práctico llevar sólo dos mudas, y al entrar en la ducha, hacerlo con lo puesto, y lavar directamente culote, calcetines y maillot. Nos ponemos la otra muda, y tenemos un día para secar la primera, y a dormir en pelotas, o en ropa interior térmica. Así sólo empleamos 10 minutos en la colada, aunque eso si, todos los días. Si llevamos un cordelito fino podremos montar un tendedero en cualquier parte, incluso en la habitación de una pensión, recordad que las bombillas ayudan a secar, pero pueden llegar a quemar la ropa si se colocan las prendas demasiado cerca. ¡Ojo, los guantes también apestan!
Denominación genérica de los contratiempos, sea cual fuere su origen, causas o consecuencias.
Resulta fundamental no perder nunca la objetividad, valorar los peligros reales y diferenciarlos de los temores subjetivos. No olvidemos nunca que estamos en lo que estamos por puro placer, nadie nos ha obligado a ir allí. Frente a un problema, no sirve de nada echar cosas en cara, buscar culpables, y mucho menos lamentarnos de la situación. Tenemos que centrarnos en buscar soluciones prácticas y contundentes. En general, los grandes problemas en la montaña se derivan de pequeños problemas mal solucionados, mucho ojo a esto. Una actitud positiva, por fea que se ponga la cosa, siempre va a ayudar, tanto si somos “victima” como “socorrista”. La determinación de alcanzar la meta que nos hemos propuesto nos va a resultar nuestra mayor aliada, siempre que, insisto, seamos capaces de afrontar las situaciones valorando objetivamente las consecuencias de nuestras decisiones.
Resulta curioso ver como se desmoronan expediciones por un cruce mal tomado y las posteriores búsquedas del camino correcto, las discusiones y los desánimos generados por tan pequeño contratiempo. No menos sorprendente resulta comprobar como tras una terrible caída, con el cuerpo entero magullado, y la bici reparada como se ha podido, se ha retomado el camino (previa parada en un centro de urgencias) y finalmente se ha logrado finalizar la ruta. Estos son dos casos extremos de la determinación con la que puede afrontarse una ruta de CTM.
Para restar dramatismo, digamos que hay que tener conocimientos para reparar monturas y pilotos. Es una temeridad aventurarse en una ruta larga y compleja, jalonada de “peligros potenciales” sin tener unas nociones, tanto de primeros auxilios como de mecánica básica. Como ejemplos, imaginaros un aspirante a cubrir una ruta de CTM de 1000 km sin saber reparar un pinchazo, o sin saber como actuar frente a una picadura de abeja, o más escandaloso aún, ¡sin saber que existe el 112!
No sólo son útiles los conocimientos teóricos, la experiencia nos va a ayudar a actuar de forma más fluida y segura, y a encontrar la mejor solución a cada problema, y sobre todo, a distinguir una solución válida, de otra que no hará más que generar más problemas y absorber una buena cantidad de tiempo y energía.
Hay quien dice que no conocemos a alguien hasta que embarcamos con él. Esto es aplicable también a hacer una ruta de CTM, ya que tendremos que convivir 24 horas diarias durante varias jornadas, tiempo en el que con seguridad conoceremos lo mejor y lo peor de nuestro/s compañero/s de aventura. Es muy curioso ver lo distintos que son los ambientes de convivencia en grupos de 2, 3, 4 o más personas, pero hay una cosa que debe ser común en todos los grupos, independientemente del número de componentes: el esfuerzo individual por que funcione la dinámica colectiva. Para ello hay que estar muy atentos a nuestros compañeros, y asimismo, tratar de ser lo más transparentes posible, en definitiva, entender y hacerse entender. Es normal que de forma natural cada uno vaya asumiendo roles o tareas que con el tiempo se consolidarán, pero hay que tener mucho cuidado para que estas asignaciones no pesen ni al que le cae, ni al que no. No viene nada mal que un día cualquiera uno diga: “pues hoy te encargas tu de los mapas”, o bien, “hoy me apetece llevar el rutómetro”, o “hoy no quiero saber nada del fondo común”, siempre, y claro está, sin confundir el lenguaje directo con un desafío o una negativa. En el fondo es una cuestión de sicología, y de lenguaje no verbal, a veces una expresión o un gesto están diciendo mucho, y hay que estar atento para interpretarlo.
Sólo queda dar unas recomendaciones sobre el día a día, “esos pequeños detalles…”, que bien cuidados, hacen que todo resulte más agradable, ahí van:
-No cortarse mucho con los desayunos. Mejor que reventar desayunando una vez, desayunar dos o tres veces a intervalos de una o dos horas.
-Ojo con los almuerzos copiosos y las digestiones pesadas, nos pueden dejar literalmente anclados al camino.
-Una siestecita después del almuerzo, para esquivar las horas de calor, sienta muy bien.
-Ojo con los baños en agua muy fría, nos dejarán las piernas entumecidas y costará pedalear después.
-Recomendable no dejar la habitación de la pensión hasta después de desayunar; si cogemos bien el horario de nuestras “aguas mayores” iremos todo el día limpitos limpitos, con nuestra cremita de bebé en su sitio, y sin molestias ni escozores. En cualquier caso, un paquetito de cleenex y unas toallitas de bebé nunca están de más. Esta era la parte escatológica de los consejos, pero es que no son cosas de tomarse a la ligera.
-Las cenas y desayunos son situaciones perfectas para examinar mapas, rutómetros, valorar dificultades, trazar estrategias, calcular horarios o paradas de comida. No debemos llevar estas cosas muy atadas de antemano, ni dejarlas a la improvisación.
-Colgar perchas con ropa húmeda de las lámparas y las salidas de la calefacción es una mala costumbre que no siempre debemos evitar.
-No nos privemos de disfrutar pausadamente los paisajes que merezcan la pena, llevad la cámara de fotos siempre en ristre, en cualquier curva surge “el momento” que no querremos olvidar (cuidado con las fotos y los videos en marcha, fuente inagotable de rasguños y sustos).
-Empapémonos también del paisanaje, disfrutemos de la charla con las gentes de los sitios por donde pasemos, seamos amables y recordemos que somos invitados en estos lugares. No convirtamos nuestra ruta en una cruzada continua en defensa de la libertad de los caminos. No es ni el mejor foro, ni los interlocutores los más adecuados.
-Por último, y aunque creo que a estas alturas debería ser innecesario, recordad que nos moveremos por un entorno NATURAL, irrepetible y de gran valor, no lo alteremos ni lo pongamos en riesgo, sepamos movernos en él y seamos dignos de disfrutarlo.
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